14/01/2011 DESCUBRIMIENTO PALEONTOLÓGICO
Cada vez más cerca del origen de los dinosaurios
Ayer dieron a conocer el hallazgo en Ischigualasto del Eodromaeus murphy, considerado el primer antecedente de las aves. La presentación se hizo en Casa de Gobierno. Diego Castillo - Diario de Cuyo
Siendo tan pequeño en relación a otros animales prehistóricos, el Eodromaeus murphi tiene una importancia científica de primer nivel: desplazó al Eoraptor del lugar que ocupaba en los manuales de dinosaurios, se instauró como el primer ancestro conocido de las aves, y su hallazgo trae luz para avanzar en la búsqueda del primer dinosaurio sobre el planeta, el origen mismo de este mundo de gigantes desaparecidos. Toda esta relevancia trae sobre sus hombros este animal de 230 millones de años de antigüedad, cuyos fósiles fueron hallados en Ischigualasto en 1996, pero fueron revelados públicamente recién ayer en Casa de Gobierno, después de que el equipo de la UNSJ cerrara su investigación.
Había tanto celo en torno a este descubrimiento, estudiado y pulido durante más de una década, que incluso una corporización del Eodromaeus fue presentada en la Feria Internacional del Turismo en noviembre pasado en Buenos Aires, pero con un halo de misterio: sólo estaba la figura en tamaño real (cerca de 1 metro de alto y poco de más de 1,5 de largo) y un cartel al pie, que decía "Dinosaurio X", un "carnívoro que aún está en estudio".
El paleontólogo Ricardo Martínez, cabeza de la investigación y miembro del equipo del Museo de Ciencias Naturales de la UNSJ, explicó ayer que el Eodromaeus no sólo es el tatarabuelo de las aves (se ubica en el grupo de los terópodos), sino que además da origen a una de las tres ramificaciones conocidas de los sauros, y todas halladas en ese territorio.
Esto lleva a una suposición fascinante: que este animal sea tan parecido al más primitivo de los sauropodomorfos (otro de los tres grupos), con tan poca diferencia evolutiva entre ambos, puede indicar que el primer dinosaurio del mundo se haya originado en el Valle de la Luna. Si bien los científicos todavía prefieren no arriesgarse con esa hipótesis, sí sienten que están cerca. "Hoy por hoy, Ischigualasto es la clave para conocer el origen de los dinosaurios y el dominio que tuvieron durante 180 millones de años", sostuvo Martínez.
Pensar en Ischigualasto como la cuna de los dinosaurios del mundo es algo que tienta a los especialistas desde hace mucho, pero la información que revela el Eodromaeus le da nuevo ímpetu a la idea. Sin embargo, Martínez muestra cautela: "Si acá están los más viejos conocidos, ¿eso significa que los dinosaurios se originaron en el Valle de la Luna? No lo podemos decir aún. La evidencia de Ischigualasto es la única que hay hasta el momento. Sólo sabemos que no hay fósiles encontrados, de la misma edad, en otros lugares del mundo. Pero eso puede significar que a lo mejor existieron, pero no se preservaron, entonces no podemos asegurar todavía que en Ischigualasto esté el origen", explicó.
Lo que sí queda claro con las revelaciones desprendidas de este hallazgo es que el Eoraptor (descubierto en 1993) no es un antecesor de las aves, como se creía hasta hace algunos años, sino que en realidad estaba vinculado a los herbívoros gigantes de cuello largo, llamados saudopodomorfos, en cuya familia se incluye algunas especies como el Brontosaurus (el plato preferido en las animaciones de Los Picapiedras). De modo que el Eoraptor pasó a ese grupo en la clasificación, y a su lugar lo ocupa ahora el Eodromaeus, muy parecido a aquél en su estructura ósea y poseedor de ciertas características que se mantendrán con el paso del tiempo, como las garras que luego tendrá el famoso Tiranosaurus rex, unos 150 millones de años más tarde.
El hallazgo, íntimo
A los fósiles del Eodromaeus, que ayer fueron presentados por primera vez a la gente en Casa de Gobierno, los encontraron en una de las tantas campañas que realizaba el Museo de Ciencias Naturales de la UNSJ en Ischigualasto, bajo la batuta de Martínez. Ese año fue de parabienes: hallaron 5 esqueletos fosilizados de este animal, dos en perfecto estado, dos relativamente armados y uno totalmente disgregado. Y como esos restos eran en apariencia iguales a los del viejo y conocido Eoraptor, empezaron a tratarlos como si fueran de esa familia. La sorpresa vendría cinco años después, cuando descubrieron que no se trataba del mismo animal, y así empezó un camino de revelaciones que terminó con una publicación reciente en la revista científica más importante del mundo (ver aparte).
En aquel 1996, los investigadores de la UNSJ estaban haciendo su tarea, como siempre, acompañados por periodistas y voluntarios de la fundación Earthwatch. Uno de ellos era James Murphy, un empresario norteamericano que colaboraba económica y personalmente con las investigaciones. Murphy fue quien dio con la zona en Ischigualasto donde encontrarían los fósiles del Eodromaeus, por eso su apellido acompaña al nombre del animal. Y al esqueleto mejor conservado lo descubrió Martínez casi de casualidad: estaba "escondido" debajo de una costilla de Cinodonte que asomaba de la superficie, y que decidieron desenterrar sólo por entretenimiento. No imaginaban que ese movimiento fortuito sería la puerta abierta a los cambios más importantes en el conocimiento sobre los dinosaurios.
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